martes, 1 de agosto de 2017

Julio Verne y los inventos imposibles

 

 Al observar los acontecimientos pasados, que tanto asombro y admiración han causado en quienes se han entregado a la lectura del más grande escritor de ficción, Jules Verne, encontramos que muchos de los ingenios presentados en las páginas literarias del gran escritor francés se han cumplido, llegando a hacerse normales entre las gentes que un día pensaron que nunca verían tales creaciones insólitas.
   Pero no todas las ideas del erudito galo llegaron a verse realizadas. Una de las más atrevidas se encuentra en El secreto de Wilhem Storitz. En esta obra, el divulgador científico presenta unos hechos que permiten que un hombre, mediante la consumición de elementos químicos combinados con habilidad, abandone su condición de sujeto visible, pasando a ocupar una situación donde puede maniobrar libremente sin que nadie advierta su presencia. Esto, naturalmente, y mientras no nos digan lo contrario, no se ha logrado aún.
   Igual situación encontramos en De la Tierra a la Luna. El aventurero Verne pretende enviar a unos exploradores a observar el lejano astro, impulsándolos con la ayuda de un cañón que reflejaría la destreza y aptitudes de los pensadores del momento. Científicamente, estos proyectos no tienen fundamento. Se trata de agradables ensoñaciones, construidas en la imaginación de un pensador que ofrecía pensamientos que no eran tan difíciles de alcanzar. Sin embargo, no sería equivocado pensar que algunos de tales prodigios no se lograron por la prudencia de los hombres, que acaso vieran en la construcción de nuevas hazañas dificultades, peligros, o hasta la posibilidad de obtener resultados muy distintos a los perseguidos, de seguir adelante con el proyecto.
   Muchas de estas realidades son presentadas en mi obra Las tres creaciones insólitas de Klant Woss. Se trata de un libro de narrativa histórica, ambientado en el siglo XIX, donde los inventos, la ciencia, y los laboriosos estudios, conducen toda la narrativa. Al igual que en la obra de Verne, se plantean circunstancias inasequibles para el hombre corriente. Se lleva el conocimiento hasta donde es posible, y se sugiere que una aplicación esforzada elevaría los resultados hasta horizontes nunca logrados. Pero también, como ocurriera en las páginas del narrador francés, se desarrollan pensamientos cuya proposición es insólita de inicio, pero que alcanzan credibilidad una vez explicados los fundamentos.
   Y esta asociación de realidad alcanzable y pretensión imposible guía al lector a interrogarse, como no podía ser de otra forma, sobre la conveniencia de progresar en un camino que no siempre es el adecuado, si el caminante no se muestra prudente, o parte en su viaje con rectitud y nobleza. Por tanto, encontramos dos realidades que necesariamente se ven enfrentadas: la posibilidad humana de eludir sus límites, mediante conocimiento e instrucción, obteniendo ingenios que causan admiración; y la necesidad de mantener una realidad tranquila y serena, de conservar una condición donde todo resulta como consecuencia de elecciones acertadas, y de personajes que saben mantener el orden dentro de su existencia.
   Julio Verne, el escritor, el pensador reflexivo, el erudito que proponía lo que otros luego lograron, conocía bien la naturaleza humana. Sabía de sus defectos y facultades, y ambas quedaban retratadas en tantas páginas inolvidables como ejemplares. Si el malvado barón de Gortz, de El castillo de los Cárpatos, representa el desorden y el impulso, la ausencia de moral, y la incapacidad para mantener el respeto hacia el otro, su rival en la misma obra, el conde de Telek, supone lo contrario: tranquilidad, serenidad, valor y arrojo, prudencia cuando es necesaria, y una naturaleza bondadosa. Lo mismo puede decirse del noble Mathias Sandorf, personaje que lucha contra la tiranía y los deseos de impedir la libertad que muchos intentan imponer; y, ¿qué personajes más nobles puede haber por encima de Phileas Fogg y Miguel Strogoff, que se rebelan contra la maldad y, ayudados por otros notables, alcanzan su propósito de ver el triunfo del bien?
   Es elección del hombre conducirse por un camino u otro, y la decisión, a menudo, alcanza a todos. La responsabilidad que supone la construcción de ideas destinadas a mejorar las realidades existentes debe ser cuidadosamente calculada, imponiéndose siempre la razón sobre el agitado empuje. Los inventos imposibles que hemos conocido, y que acaso algún día dejen de serlo, pueden dirigir el destino futuro de muchos; a él no hemos llegado, y no podremos formarnos una opinión sólida sobre tales acontecimientos. Pero podemos opinar sobre lo logrado o presentado hasta ahora. Vemos, con peligro, que esos brebajes de Storitz, o las elaboradas máquinas de transportación de sonido de Gortz pueden alcanzar consecuencias funestas; o, ¿quién no manifestaría temor ante la contemplación de artefactos voladores, viajando a grandes velocidades, como es claramente presentado en El dueño del mundo, y en donde un solo hombre logra prodigios que inquietan y agitan la tranquilidad del planeta?
   Todos estos ingenios vienen a revelar la delgada empalizada que separa a un sujeto reflexivo y sensato, de otro consumido por el deseo de elevarse sin entendimiento. No queda, entonces, sino mostrar prudencia y sensatez, sin abandonar nunca el deseo de progreso que conduce a los hombres a hacerse mejores y destacados. Persigan los estudiosos de todas las épocas este ideal, y no abandonen nunca la sobriedad y el buen juicio que deben conducirles en todo momento. Que así se escriba, y así se cumpla.

David Wern (Madrid, 1978) es licenciado en Literatura y un gran aficionado a los autores de ciencia ficción: Jules Verne, Pierre Boulle, H. G. Wells… Su prosa persigue siempre la excelencia y el lenguaje vistoso y cuidado con que se escribieron las grandes obras de estos autores. Su primera obra, Las tres creaciones insólitas de Klant Woss, es un libro escrito siguiendo los valores e ideales de la escritura lejana y elegante de siglos pasados, construido con una prosa refinada, y largamente trabajada, evocadora de la narrativa del momento, y persiguiendo, siempre, la creación de un ideal de expresión.


  • Nombre: David Wern.
  • Género: narrativa histórica, ciencia ficción, aventuras.
  • Bio: David Wern (Madrid, 1978) es licenciado en Literatura y un gran aficionado a los autores de ciencia ficción: Jules Verne, Pierre Boulle, H. G. Wells… Su prosa persigue siempre la excelencia y el lenguaje vistoso y cuidado con que se escribieron las grandes obras de estos autores.



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