domingo, 28 de marzo de 2021

La lectura, atravesando la entrada hacia el embeleso intelectual.

Leer aleja al hombre de su realidad cotidiana, elevándole a escenarios que acaso no conozca sino en las páginas de la obra escogida.

En efecto, la lectura, poderosísimo instrumento al servicio de creadores y de aceptantes, sea, posiblemente, la fuerza más consistente, el vigor más enérgico para impulsar el intelecto de quienes se ven envueltos en sus diferentes etapas constructivas.

De la mano del creador surgen aquellas palabras reflejo de su pensamiento, indicador de su espíritu, reveladoras de sus intenciones y perseguidoras de propósitos influyentes hacia quienes se ofrecen.

Es designio del narrador ofrecer su conocimiento y compartirlo con otros a los que llama iguales, bien para goce propio, bien para el perfecto desarrollo de los que carecen de la formación de aquél y que la reciben alborozados.

Los acontecimientos pasados permanecen en el futuro; el presente inmediato se halla en el pasado. Mirar hacia atrás es hacerlo hacia adelante, pues en las páginas de algún libro ya escrito podrá encontrarse la respuesta a la dificultad surgida mucho tiempo después. Nada hay mejor que formarse que entre las escogidas hojas de algún celebrado tomo, perderse entre la cultivada espesura que asombra por su virtud, proseguir el camino hasta alcanzar su final, y poder celebrar, dichoso, la realización de un viaje entrañable y la inmediata intención del siguiente.

Todo ello y mucho más es el libro, fundamento inquebrantable, soporte tenaz y amistad insustituible de todo aquel que extienda la mano hacia él.

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